jueves, junio 07, 2007

Señores de la calle

y además, están ahí,
plácidos en las manos mansas de sus tintos,
bajo aturdidas miradas que se descuelgan,
acurrucándose uno al lado del otro,
semejan serpientes que han realizado su acto,
a ríos que han bebido del trapecio.

No les importa que fémures y talones ronden por su lecho de adoquines.
Sus sueños no se espantan con los motores que bufan.
Están perdidos en otro mundo,
en otras sombras.

Saben que su partida está a la vuelta de unos pipeños,
por eso escupen el reloj y el jornal,
por eso beben el día y la noche hasta trocarse la lengua.

Ahora sólo duermen.
No preocupándoles si se tomaron hasta el alma o lo que quedaba de ella.
No interesándoles si la baba que chorrea desgarra los estómagos tersos.
No importándoles si sus pedos se cuelan perdidos por la acera.

Se saben, y lo saben bien,
que pueden hacer cuanta cosa en sus dominios.
Al fin y al cabo,
son los señores de estas calles.