martes, abril 14, 2009

Néctar Andina

Néctar Andina

Mi abuelo me sentaba
en una pequeña mesa,
mesas apoyada a una pared,
pared amarillenta por el tiempo,
tiempo que ahora colorea mis dientes y mi pelo.
Y él, con el codo en la cubierta del mesón,
me miraba y sonría;
conversaba con quién sabe uno
y se zampaba un pipeño.

Días como este,
lunes o sábado,
y un Néctar de Damasco
que abre la memoria.

Con un Néctar Andina
acompañaba a mi abuelo
en el Puerto Natales.
Entre cortos y cañas,
entre vinos derramados por el suelo,
vinos que brincaban de los vasos
por temblorosas manos,
por carcajadas de un sábado
o por un lunes como este.