Se para el niño en sus manos.
Un adulto camina sin mirar los rostros hundidos en la acera.
Los árboles observan al niño.
Un adulto camina sin mirar los rostros hundidos.
Sube el niño a la copa del árbol igual que un verano.
Un adulto camina sin mirar los rostros.
A otros mundos viaja el niño.
Un adulto camina sin mirar.
Trata el niño de indagar lo que hay más allá del azul.
Un adulto camina.
El niño sonríe.
Un adulto.
El niño se balancea en su árbol hasta el anochecer,
desconoce
que alguien camina sin mirar los rostros
hundidos en la acera.
de: Jorge G.
Cuando niño se subía al cerezo plantado por su abuelo. Le gustaba sentir el viento en su rostro, ser mecido de un lado a otro y ver por encima de los techos la cordillera. Ahora sólo añora el momento de subir a otro árbol antes que los gusanos lo estremezcan.
lunes, mayo 14, 2007
jueves, mayo 10, 2007
Blanca Varela gana premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

La poeta peruana Blanca Varela, una de las voces más relevantes de la poesía latinoamericana contemporánea, obtuvo hoy el prestigioso premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
El galardón, dotado con 56.800 dólares, reconoce la obra de un autor vivo que "por su valor literario constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común iberoamericano y de España".
La concesión de este galardón coincide hoy con la entrega, en la sureña ciudad de Granada, del Premio Lorca de Poesía a la autora peruana, que no puede estar presente en la ceremonia por motivos de salud.
El premio Reina Sofía, con el que han sido distinguidos relevantes poetas latinoamericanos, es convocado anualmente por Patrimonio Nacional y la Universidad española de Salamanca.
En esta edición el jurado estuvo integrado por el poeta español Antonio Gamoneda, ganador de la pasada edición del galardón y Premio Cervantes 2006; el Premio Nobel de Literatura José Saramago; y el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, entre otras personalidades.
Blanca Varela es definida como "una gran figura de la poesía peruana que entre los años 50 y 80 cohesionó todo lo que se entendía por ser poeta y mujer".
Su obra poética recogida en el volumen Donde todo termina abre las alas se compone de media docena de libros, desde Ese puerto existe, Luz del día, Valses y otras confesiones o Canto villano.
Blanca Varela ha reconocido que su obra no hubiera sido la misma sin la ayuda del poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, a quien conoció en París.
Varela es autora de una de las obras poéticas más valoradas de la poesía latinoamericana del siglo XX, perteneciente a la generación de los grandes poetas peruanos de los años 50.
Una autora que se alimentó de las corrientes surrealistas en la posguerra, época en la que se instaló en París y donde conoció a otros escritores como Jean Paul Sartre o Simone de Beauvoir.
EFE
POÉMAS
PUERTO SUPE
Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.
Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.
¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!
Allí destruyo con brillantes piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro escapa
y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.
Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación, un mismo tiempo
de chorreantes dedos y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.
Amo la costa, ese espejo muerto
en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.
Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre ciego
pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas.
En esta costa soy el que despierta
entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía,
el que no quiere ver la noche.
Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente en donde lloro a solas.
HISTORIA
puedes contarme cualquier cosa
creer no es importante
lo que importa es que al aire mueva tus labios
o que tus labios muevan el aire
que fabules tu historia tu cuerpo
a toda hora sin tregua
como una llama que a nada se parece
sino a una llama
(De Valses y otras falsas confesiones)
A Vicente y Lorenzo
juega con la tierra
como con una pelota
báilala,
estréllala,
reviéntala
no es sino eso la tierra
tú en el jardín
mi guardavalla mi espantapájaros
mi atila mi niño
la tierra entre tus pies
gira como nunca
prodigiosamente bella
TERNERA ACOSADA POR TÁBANOS
podría describirla
¿tenía nariz ojos boca oídos?
¿tenía pies cabeza?
¿tenía extremidades?
sólo recuerdo al animal más tierno
llevando a cuestas
como otra piel
aquel halo de sucia luz
voraces aladas
sedientas bestezuelas
infamantes ángeles zumbadores
la perseguían
era la tierra ajena y la carne de nadie
tras la legaña
me deslumbró el milagro mortecino
la víspera el instinto la mirada
el sol nonato
¿era una niña un animal una idea?
ah señor qué horrible dolor en los ojos
qué agua amarga en la boca
de aquel intolerable mediodía
en que más rápida más lenta
más antigua y oscura que la muerte
a mi lado
coronada de moscas
pasó la vida.
ESTA MAÑANA SOY OTRA
esta mañana soy otra
toda la noche
el viento me dio alas
para caer
la sin sombra
la muerte
como una mala madre
me tocó bajo los ojos
entonces dividida
dando tumbos
de lo oscuro a lo oscuro
giré recién llegada
a la luz de esta línea
en pleno abismo
abriéndose
y cerrándose la línea
sin música
pero llamando
sin voz
pero llamando
sin palabras
llamando
CANTO VILLANO
y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato
observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla
hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío
rubens cebollas
lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas
tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente
emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato
este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo
es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne
mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea
no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos.
(De Canto villano)
martes, mayo 08, 2007
TIEMPO
Antes que llegue el momento
de ir a tierra y que los gusanos
nos disfruten,
todo tiene su tiempo.
Hay un tiempo para plantar
algunas matas de cogollo y uno para cosechar
de los negocios sucios.
Un tiempo para matar
al vecino,
a tu compañero,
al párroco,
y otro para reír
hasta que te cagues.
Un tiempo y otro para estar
de luto por un tiempo,
y uno para despedirse
antes que te pidan cuenta de todo.
Un tiempo para disfrazarse
de lo que nunca seremos,
y otro para odiar al mundo
por no atropearrullarnos.
Un tiempo para la guerra
violando a cuanto sombra se cruce,
y uno para la paz
ocultando a nuestros violados.
Hay un tiempo para nacer
con la fuerza de un erupción,
y otro tiempo para agonizar
como perro callejero
despedazado por las calles,
antes que llegue el día
de toda las sombras.
de ir a tierra y que los gusanos
nos disfruten,
todo tiene su tiempo.
Hay un tiempo para plantar
algunas matas de cogollo y uno para cosechar
de los negocios sucios.
Un tiempo para matar
al vecino,
a tu compañero,
al párroco,
y otro para reír
hasta que te cagues.
Un tiempo y otro para estar
de luto por un tiempo,
y uno para despedirse
antes que te pidan cuenta de todo.
Un tiempo para disfrazarse
de lo que nunca seremos,
y otro para odiar al mundo
por no atropearrullarnos.
Un tiempo para la guerra
violando a cuanto sombra se cruce,
y uno para la paz
ocultando a nuestros violados.
Hay un tiempo para nacer
con la fuerza de un erupción,
y otro tiempo para agonizar
como perro callejero
despedazado por las calles,
antes que llegue el día
de toda las sombras.
miércoles, mayo 02, 2007
ENTREVISTA INÉDITA AL POETA PERUANO JOSÉ WATANABE EL GUARDIÁN DEL HIELO (Revista Libros del Mercurio del 29-04-2007)

Con la muerte de Watanabe desaparece un autor fundamental de la generación a la que también pertenecen Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza. Su padre japonés y la añorada infancia en una hacienda azucarera marcaron su obra literaria, enraizada en la poesía de César Vallejo.
Por: BENJAMÍN LABATUT
"Nací en el norte del Perú, a quinientos kilómetros de Lima, en una hacienda azucarera con nombre del Lejano Oeste: Laredo. Era uno de los grandes enclaves azucareros del país, cerca de Trujillo. Ahí llegó mi padre como inmigrante japonés, conoció a mi madre y empezamos a nacer los once hijos. Yo fui el quinto".
"Nací en el norte del Perú, a quinientos kilómetros de Lima, en una hacienda azucarera con nombre del Lejano Oeste: Laredo. Era uno de los grandes enclaves azucareros del país, cerca de Trujillo. Ahí llegó mi padre como inmigrante japonés, conoció a mi madre y empezamos a nacer los once hijos. Yo fui el quinto".
En la medianoche del miércoles 25 de abril, el poeta peruano José Watanabe murió de cáncer a la garganta, a los 61 años de edad. Autor de La piedra alada, Álbum de familia, Historia Natural y la antología El Guardián del Hielo, Watanabe fue parte fundamental de la generación de poetas peruanos que incluye a Antonio Cisneros, Abelardo Sánchez León y Rodolfo Hinostroza. En su poesía cultivó un estilo directo, cargado de nostalgia, cuyas raíces se encuentran en su afinidad con Vallejo y en una biografía marcada por su doble herencia japonesa y serrana. En esta entrevista inédita, el poeta repasa su vida y obra.
- Tu padre tuvo una gran influencia en tu vida. ¿Cómo lo recuerdas?
- Mi padre llegó a Perú de forma aventurera. Imagínate, un japonés en una hacienda azucarera. Tenía otras costumbres. Para empezar, no era expansivo. En ese sentido respondía al estereotipo del japonés; él nunca me acarició, ni a mí ni a mis hermanos, aunque nos quería incondicionalmente. Nunca nos reprimió, simplemente nos enseñó que hay un cierto sentido de pudor, hasta de elegancia si quieres, en no ser demasiado aspaventoso. Además de eso, tenía comportamientos extraños: iba al campo y recogía piedras y maderas erosionadas por el río. Mis propios amigos le traían alguna cosa bonita que encontraban tirada en el campo y se la vendían. Mi padre pasaba por tonto porque se las compraba. Ahora entiendo que encontraba la belleza y la recogía, pero en ese momento yo me avergonzaba. Pero también tenía un espíritu muy poco japonés, en el sentido de que era un inútil para los negocios.
- ¿Y qué aprendiste de tu madre?
- Ella era una mujer muy estoica, también refrenada, con un carácter serrano. Yo le admiraba mucho ese ánimo. Cuando yo era pequeño padecimos muchas carencias económicas, y mi madre llevó adelante la casa con mucha dignidad. No era muy culta en el sentido educacional, pero terminó siendo una depositaria de sabiduría popular. Hay una de sus frases típicas que metí en un poema: cuando uno venía a quejarse con ella, te decía: "Tienes que aprender que la olla de barro en el fuego se hace más dura". Su apellido es Varas, muy chileno además.
- ¿Cómo recuerdas tu infancia?
- Yo fui muy feliz en Laredo, al margen de la modestia con que vivíamos. Tenía el campo, mi casa tenía como patio el campo mismo. No había peligro, ni riesgos. Creo que siempre escribo por nostalgia. Siempre estoy añorando mi infancia, el pueblo que quedó atrás, como Vallejo, que le escribía poemas a su madre estando en París.
- Pero luego tu padre se ganó la lotería...
- Mi padre fue a la capital del departamento, a Trujillo, un niño le vendió un billete de lotería, y se sacó el premio mayor. Yo tenía 12 años. Me acuerdo que ese día llegó y nos reunió, alrededor de la mesa iluminada por una lámpara de queroseno, y nos dijo: 'Vamos a irnos a vivir a la capital'. Cuando le preguntamos por qué, nos dijo que nos habíamos sacado la lotería. Era mucho dinero, como medio millón de dólares, pero él lo dijo así, como si estuviera anunciando algo común y corriente. Cuando llegamos a mi casa nueva, lo que más me impresionó fueron los artefactos. Una licuadora, cocina eléctrica, horno a gas, radio, todo era un poco extraño, tanto artefacto.
- ¿Cómo empezó tu vocación de poeta?
- Yo me encerraba en el corral de Laredo a modelar figuras de barro, con arcilla que recogía del río. Mi padre me traducía haikus ahí, en el gallinero. Pero yo empecé a sentir cierta vocación más consciente cuando murió mi padre, de cáncer al estómago. Yo tenía 17 años. Al mes siguiente mi primera enamorada tuvo una trombosis coronaria y falleció. Creo que ahí apareció la vocación de escribir.
- ¿Qué otras cosas fueron "endureciendo el barro"?
- El país mismo. El Perú es un lugar difícil, contradictorio. Yo creo que todo arte - creo que lo dijo Camus- es aquel que expresa la realidad y al mismo tiempo la rechaza. No puede haber un arte de aceptación. Yo creo que mi propio país estimula mi poesía. He estado afuera un montón de veces, pero no puedo dejarlo. Es extraño, porque no tengo un amor ideal hacia el país, sino que extraño sus contradicciones. Otra de las cosas complicadas es que soy noctámbulo. Eso ha afectado mucho mi estilo de vida. Yo siempre quise tener un amigo que esté despierto a las 3 de la mañana para llamarlo. Los que están deprimidos me llaman porque saben que soy el único despierto. De niño sentía una especie de desolación cuando me despertaba a las 3 de la mañana y empezaba a escuchar todos los ruidos de la fábrica: los trenes que salen a las cuatro de la mañana, los obreros que se lavan la boca en la calle. En la secundaria muchas veces ocupaba el primer lugar en el colegio porque como no tenía qué hacer de noche, estudiaba, leía.
- ¿Has dejado de escribir en algún minuto?
- Nunca he renunciado a la escritura, pero dejé de publicar 18 años después de mi primer libro, con el que gané el concurso "Joven Poeta del Perú". Luego vino El huso de la palabra. Hasta ahora siento un remanente de pudor si alguien me presenta como poeta. Cuando escribo poemas soy muy exigente. Corrijo incesantemente, aunque sea una o dos palabras. Esas palabras tienen que estar afiladas, estilísticamente bien puestas sin que se pierda el ímpetu inicial.
- ¿Qué importancia tiene el refrenamiento en tu poesía?
- En nuestra cultura occidental nos angustia el caos, nos angustia el absurdo. Tomar distancia nos angustia. Ver cómo el mundo fluye con sus contradicciones, y asumirlo así, con una mirada de alguna manera distanciada. Creo que ordenar el caos es un trabajo de lucidez. Y eso es lo único que nos justifica como seres humanos. No podemos solazarnos en el caos. El caos destruye. Ordenar el caos es una forma de supervivencia, es buscar sentido.
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